lunes, 29 de abril de 2013

Lunes de locales y nacionales




Mujer con alas


Ayer tomé las alas bien fuerte y me encontré la cara de los nuevos hombres
me volví a ver entre un pedacito de tierra fermentado
miré los ojos de una mujer insomne
que con las alas de pájaro cubría a su niño del viento
y sus plumas empezaban a quedarse mudas
y mis ojos comenzaban a quedarse ciegos.
vi las nuevas generaciones despedazarse ante el capitalismo
y al camarada o ex marido soportar la telaraña socialista
y la imagen de Fidel y de Obama tal vez no eran tan diferentes
los ojos colorados y amarillos
hundidos hasta el asco del río de lo incierto
¿en verdad estamos enfermos de volar tan alto?

la mujer tenía un letrero donde gritaba
Please help i’m out of gas & money
actually anything could help
God bless you
y yo volví a creer en los ojos del omnipresente
lo imaginé acariciándome el dedo en un billete de dólar
el niño
lo supimos después
tenía la piel del color del roble
y jugaba tic tac toe junto a la backpack de su madre
y el sol no se ponía cuando la mujer trituraba
la enorme y desabrida nuez de su tristeza.

yo nunca tuve el valor de pararme en una esquina
para que las alas se me consumieran de a poquito
mujer pájaro
tienes el coraje del pélida aquileo
y tu vientre  esparce el fuego de los valerosos.

ayer sonreí en un crucero y me encajé en los ojos de una madre dinamo
lo siento mujer no he podido decir otra cosa que pueda aliviarte
I’m sorry I don’t have any money
or happiness or peacefulness
all I have is your blessing
and perhaps a cigarette inside my pocket.




                                                                                               Aniela Rodríguez Zapata
                                                                                               (Chihuahua, 1992)

sábado, 27 de abril de 2013

Sábado de clásicos



La piel de luz


La piel de luz que cubre a este mundo carece de densidad y yo veo la noche profunda de todos los cuerpos idéntica bajo el velo variado y la luz de mí mismo es esta noche que incluso la máscara solar no puede ya ocultarme. Soy el vidente de la noche el oyente del silencio porque el silencio también me cubre con una piel sonora y cada sentido tiene su noche como yo mismo yo soy mi noche  soy el pensador del no-ser y su esplendor soy el padre de la muerte. Ella es su madre ella que yo evoco del perfecto espejo de la noche yo soy el hombre a la inversa mi palabra es un hoyo en el silencio. Conozco la desilusión yo destruyo en lo que me convierto mato lo que amo.




René Daumal
(1908 – 1944)

Pág. 209 
Poetas franceses del siglo XX 
Miguel Ángel Flores
Alberto de Oliveira
(Selección y traducción)
Editorial Letras Vivas, 2004
Programa de Apoyo a la Publicación “Alfonso Reyes”
del Ministerio Francés de Relaciones Exteriores
---

Nota personal

Siempre que releo este poema vienen a mi cabeza los siguientes versos de dos poetas mexicanos:


Definición

La luz: la piel del mundo.

                      (José Emilio Pacheco)


Destino

Matamos lo que amamos. Lo demás
no ha estado vivo nunca.

                       (Rosario Castellanos)

miércoles, 24 de abril de 2013

Revista Rojo Siena










Hierba libre

No se arranca la hierba:
se emancipa de su condena terrestre
y precisamente por libre
la creemos muerta.




                                                             Arturo Loera



Revista Rojo Siena Año 02 / No. 02 

lunes, 22 de abril de 2013

Lunes de locales y nacionales



Maquinarias



1


Para qué sirve todo eso te digo tu fiebre tu sollozo
Para qué sirve gritar o darle cabezazos a la niebla
Por qué romperse en las ramas rasguñar esos níqueles
Con qué objeto salarse mancharse darse dolor o darse ira
Te digo que uno no sabe a veces cómo salir de esta campana
Te repito que anda uno por las calles ahogándose
Y por todos lados nos preguntan el precio la obligación
Ya no nos dejan dormir tranquilos soñar tranquilos murmurar
Estamos solos amor no sabemos nada sabemos nada nada
Solamente puedo ver esos chispazos al fondo de tus ojos
Puedo sentir tu saliva en los deslizamientos nocturnos
Toco las sábanas que cubren tus hombros perfectos y me callo
Suenan maquinarias profundas en medio del azul formidable
Se rasgan las orillas dicen que estamos enfermos que somos tontos
Sé que ves en mi boca los dulces envenenamientos del beso
Comprendo cuánto vas olvidándome cuánto te voy perdiendo
Para qué sirven digo mi fiebre o mis lágrimas bajas
Pinches basureras palabras Y una vez más por qué enojarse
No hay motivo nada pasa nada sucede El alto cielo mexicano
Está llenándose Así el silencio va cubriendo el amor




2

Come aquí el amor sus panes
de ángulos alucinantes; aquí se viste
con su ropa bruñida. En este sitio
hácese con dolor. No es otra su nación
pues aquí nace, cunde y se alumbra todo.
Va teniendo a centímetros su cara ardiente;
va poseyendo, a miles, sus ilustres miembros.
Cómo el amor se moja aquí, cómo se aclara
su corazón, cómo se pulen a puñados
las redondas arenas de su orbe.
Destila sus licores de candente frialdad
y perfecciona el astro de lo que en él
ha da ser más que él: muerte, abismo, libertad, luz,
odio puro. Lugar de amor, así, ese que aquí
va desgarrando el aire con sus filos de flores
y con el agua del silencio hecha sólo de tiempo.
El amor, de tan grande, no cabe en este cuerpo
y a él debe rendirse. Tal es la ley
que lo ceba en sus brillos y sin cesar
lo inunda, le da panes, lo olvida. Irremediablemente.




3

Veré cómo el fuego inunda la tiniebla
y el modo angélico en que tu cuerpo nace de mi cuerpo.
Nada seré en la sombra para ti sino
el hambre celestial de mis miembros y el furor dulce
de mi ansia, brillando en la pradera de la alcoba.
Apenas un dibujo de sangre sobre tus piernas, una sed,
un cuchillo, un lobo metafísico. Un sueño
sobre las doradas pantallas del amor, vibrante.
Tú te convertirás en una sílaba de mi pecho,
tus delgadas facciones recorrerán el cielo de mi boca.
Seremos semejantes hasta el dolor, mujer y hombre
saciados y contritos, inclinados
hacia el reflejo de la tierra fecunda
que los sostiene. Verás cómo el fuego me cubre, cómo
la oscuridad se esconde en los pliegues de la luz.
La enormidad de la noche es una anécdota sucia,
una esencia que va convirtiéndose en apariencia.
Te digo que somos más grandes que la noche, que ahora sólo basta
nuestro murmullo para que el fuego
entre aquí, llene todo esto, nos inunde.





                                                                                                               David Huerta
                                                                                                               (México, 1949)


Pág. 13

Historia

Dirección General de Publicaciones
del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes

Primera edición en Práctica Mortal: 2009