miércoles, 31 de julio de 2013

Miscelánea



París, a 24 de septiembre de 1948.


Señor don Alfonso Reyes.
Colegio de México,
México, D.F.

Muy querido y respetado amigo:
Me atrevo a molestar su atención para pedirle –como siempre- un consejo y un favor.
     Desde hace más de un año tengo listo el original de un libro de poemas;[1] desearía publicarlo en México, pero no sé a qué editorial dirigirme –si es que existe alguna que pudiera interesarse en publicar algo mío-. ¿No podría usted sugerirme alguna?
     Además quisiera saber si, para que sean consideradas por el jurado que otorgará el Premio Nacional de Literatura el año que viene, las obras deberán presentarse editadas o basta con enviar los manuscritos. Desgraciadamente no tengo aquí en París el texto de la ley. Tampoco sé a quién deben enviarse los originales, ni cuando expire el plazo de admisión. No tengo ninguna esperanza en obtener ese premio, pero deseo hacer acto de presencia, entre otras cosas para dar a entender que, aunque no publico, trabajo y existo.[2]
     Perdone, querido Alfonso Reyes, esta molestia y reciba un cordial abrazo de su amigo que tanto le debe y admira

Octavio Paz


[Añadido manuscrito]
Me gustaría enviarle una copia de mi libro, pero temo que no tenga usted ni tiempo ni humor para leer originales ajenos.

O.P



Pág. 60
Correspondencia
Alfonso Reyes/Octavio Paz
(1939 – 1959)
Edición de Anthony Stanton
FCE, Fundación Octavio Paz
México, 1998.




Notas del editor:

[1] Prime referencia al futuro libro que se publicará, gracias a la ayuda de Reyes, en 1949: Libertad bajo palabra.
[2] Frase que revela la conciencia de ser un poeta cuyo último libro de versos se había editado en 1942: A la orilla del mundo… (México, ARS).

lunes, 29 de julio de 2013

Lunes de locales y nacionales





Si estás perdido en los cruceros y no sabes si apuntas hacia afuera o hacia adentro, si el movimiento de tus pies anuda  el moño de la asfixia, si el horizonte es cepillado por pespuntes y pestañas, si ya no puedes mantener la seda del listón apaciguada, si te pescó la fuerza de los polos debatiéndose, si en fin la luna escamotea sus rieles y alfombra con pedruscos tu camino, cierra los ojos hermanito y avienta el primer muslo, nace en la bocanada y ovaciónate.



Julio Trujillo
(D.F. 1969)


Pág. 66
Pitecántropo
Almadía
México, 2009

sábado, 27 de julio de 2013

Sábado de clásicos



La compañía de los santos


Iba yo a ponerme a escribir un poema
largo, en el cual se divisan dentro de ti

los prados de Irlanda, verdes como el mar,
y los altozanos, pisados, completamente investigados

por Joyce y Heaney. Pero la idea
del teléfono sonando que traería el poema a la vida,

al cuarto, o del recibo de la luz cayendo
sobre las rayas de la alfombra vestibular,

sobre las despedidas borradas por tantas plantas de pies,
lo impidió. No obstante todo es música y poesía,

la espera de la hermana. El más eterno tema
cavado en la mente, ondeando allá. El cielo

nublado, gris de hierro, como estrofa
perdida de los poemas tardíos de Ajmátova,

a los que la memoria de nadie puede alcanzar.
Llena de vida que se lleva todo volando,

allá lejos, sobre el bosque de abetos.
Confusamente, como el pelo despeinado de Brodsky.

El viento, las ramas. Todo el enigma que se queda
igual, sólo un poco, apenas,

           sin cambiar de lugar.



                                                                    Jouni Inkala
                                                                    (Kemi 1966)


Pág. 59
Proyectos para un cielo nuevo,
Poesía nórdica contemporánea.
CONACULTA-Colección Práctica Mortal.
México, 2011.

miércoles, 24 de julio de 2013

De la casa



(Se llevó la corriente 500 criptas del cementerio)



El Alamillo desbordó.
Las presas, como el pueblo, no soportan demasiado.
Días y días de agua cubriendo una ciudad
que vive de milagro y de milagro los muertos
ya estaban muertos.
Días y días hasta que la Negra puedo salir corriendo
a visitar la tumba de Lalito, su primer hijo,
para ver qué había quedado
de aquellas tierras olvidadas.

Los ataúdes yacían sobre la tierra,
entreabiertos
dejando ver algunas manos
que imagino muy felices
saludando al mundo otra vez.

La tumba de Lalito estaba intacta,
Lalito no quiso regresar.
¿Para qué?

En la entrada del panteón municipal
un señor dijo: Sólo me queda recordar
a mis difuntos porque la capilla,
en donde cuatro de mi familia descansaban,
simplemente desapareció.
     Eso debió hacer desde el principio.

Regresa mi tía la Negra
más tranquila aunque algo decepcionada:
     Qué te costaba salir a verme un ratito.

Como siempre vuelve a la cocina,
llegan Pedro, Hugo y Pedro,
se sirve la mesa, charlan un poco.
Hugo pregunta ¿cómo está Lalito?
Muy bien, contesta la Negra.
     Muy bien.