sábado, 19 de abril de 2014

De la casa



Nadie va a pagarme la resurrección

Tengo unas monedas de plata
que encontré tiradas en la banqueta
y en mi bolsillo se han vuelto perlas
y en la ciudad, un pedazo de carne.

Tengo unas monedas de plata
que encontré en la puerta de la iglesia
y en mis manos se convirtieron
en sangre y mercurio de Cristo.
     Judas debe estar muy decepcionado.

Previendo la pobreza,
guardé una moneda bajo mi lengua.
     Estoy dispuesto a sembrarla
y regar con mi saliva
la tierra de la avaricia.
                                   
                                 (Dependerá el color en cuestión del sacrificio)

Pensando esto, me quedé dormido
y soñé que de mi costado,
como huesos, costillas y tiempo,
nacían tres monedas negras.
Con ellas voy a comprar
una maleta de obsidiana
para empacar mis huesos
y ya no preocuparme por dinero
y quedarme dormido
y no hablarle a nadie
y esperar que cualquiera,
     con su tiempo, costillas y huesos,
quiera pagar una parte
de mi resurrección.


Arturo Loera




Este poema pertenece al libro Cámara de Gesell, de venta en http://www.editorialpraxis.com/