miércoles, 20 de septiembre de 2017

Carta abierta para Juan Cirerol




Te conocí en un video de Youtube bien pinche. Una cámara te acompañaba en tu día. Tocando de arriba para abajo, contando un poco de tu historia. Sacando treinta baros para la caguama. Hice click. Había vibra, había banda. Este cabrón se la sabe, pensé. Falta ese tipo de humildad en la música de este maldito país, pensé. Cometí el error que cometo seguido en muchos aspectos de mi vida: te idealicé. Tus rolas me acompañaron un chingo de tiempo. En Chihuahua y en la CDMX, esa de la que ahora te burlas. Te escuché siendo nadie y te veía ahora en las pantallas del metro siendo más o menos alguien. A huevo, pensé. A este cabrón ya no lo detiene nada, pensé. Lo de las drogas se pasa rápido, me decía. El carácter que tiene es el de un rockstar, qué chingados se escaman, me justificaba. Y si llegué a soltar todas estas palabras fue porque nunca te metiste con la banda. Tenía tus broncas con un que otro pendejo, pero nada realmente grave. Ahora sólo puedo decir: se te fue el personaje, viejo. Le quitaste a tu producto la poquilla máscara de humildad y buena onda que le quedaba. Te alejaste. Te perdiste en el ladrillo en el que andabas y del que esperabas no sé qué cosa. Está cabrón abrir los ojos de esta manera, pero te lo agradezco.  Me despido de tu música. Es lo único que puedo hacer. Te valdrá madres pero, sólo en esta ocasión, a mí me vale más. Chido, viejón. Que la vida te sea leve.




Arturo Loera 
(Chihuahua, 20 de septiembre, 2017)